6.8.10

Cuando le dio la gana afinó su guitarra y empezó a tocar. Hacía lo que quería cuando quería, sin darle cuentas a nadie. Era un narcisista arrogante, pero ¡qué cojones!, le daba mil vueltas a todos los allí presentes. Su sonido era increíble. Ella lo miraba desde la otra punta del local, se había prometido mil veces no enamorarse, y menos de un chulo como él, que solo se quería a si mismo, a sí mismo y a la música. Pero sus ojos azules, su lisa melena castaña y los sonidos de aquella vieja Les Paul se le clavaban como cuchillos afilados, abriendo lentamente todas las heridas del pasado.

Concierto KISS


Estaba enamorada. Irremediablemente enamorada.